
Hay chistes y chistes. Estos son chistes de lenguaje: ambigüedades, equívocos, juegos de palabras… En definitiva, chistes malos. O no.
-El médico dice que eres hipocondríaco.
-¿Ves? Y tú diciendo que no tenía nada.
-Mi marido es vidente.
-¿Tiene dos dientes?
-¿Tú eres tonto? ¡que echa las cartas!
-Tú sí que eres tonta ¡entonces será cartero!
-Adoro los mensajes de voz.
-Yo los detesto.
-Esos también me gustan.
-Buenas tardes, vengo a abolir el sistema capitalista.
-¿Usted y cuántos Marx?
-Mi marido trabaja en el Pentágono.
-En el polííííígono.
-Eso.
-Cariño, estás obsesionado con el fútbol y me haces falta.
-¿Falta? ¿qué falta? ¡Pero si no te he tocado!
-Perdone, ¿es éste el ascensor de subida?
-Bueno, es un buen ascensor, pero tanto como el ascensor de mi vida… no sabría decirle. Los he visto mejores.
-Cariño, estás preciosa.
-Dime algo que no sepa.
-Aparcar.
-¡Qué metal más raro!
-Es estaño.
¡A que sí!
-Me da miedo el deporte ese en que se pelean con dos espadas.
-¿Esgrima?
-No, no, es miedo, miedo.
-¿Es usted tan humilde como dicen?
-Más.